Raíces de la violencia
Las raices de la violencia se pueden dar de manera distinta en cada persona, dependiando del grado de responsabilidad del mismo y de la educación en valores que halla recibido en su infancia.
El orgullo y la envidia. Si no admito que los demás son mejores que yo, o que tienen la razón que yo no poseo, trataré de destruirlos. Su superioridad es un reproche a mi mediocridad, y el Caín que llevamos dentro hace que matemos al inocente Abel.
La ambición del poder. Quien quiere imponer su ley y sobresalir, someter a los demás y dominar, no dudará en recurrir a cualquier medio, con tal de lograrlo.
La deseducación en el hogar. Cuando el niño siempre ve y oye gritos e insultos; cuando se le aconseja que no se deje, cuando se le compran juguetes de armas y guerras; cuando comprueba que gana quien es más agresivo, etc., es el hogar donde se preparan las nuevas generaciones de violentos.
La contaminación social. Si las conversaciones y consejos que escuchamos están muy marcados por la violencia; si los medios de comunicación insisten morbosamente en las notas rojas; si los programas de cine y televisión, incluso las caricaturas, están saturados de crímenes, asaltos y suspenso, será muy difícil sustraerse a este medio ambiente de violencia.
La Imitación y el deseo de sobresalir. Si en otros países o regiones hay pandillas de adolescentes y jóvenes; si se les da tanta publicidad a los terroristas y guerrilleros; si las películas presentan tan detalladamente la forma de robar y matar, cómo no sentir el atractivo de hacer algo semejante, aunque sea para salir del anonimato y llamar la atención.
La saturación de bienes materiales. Cuando a un niño se le da todo (a veces, como compensación por no darle cariño y no dedicarle tiempo); cuando a un joven se le facilitan todos los recursos económicos para que haga lo que quiera, es muy fácil que se tornen exigentes y violentos; que no se conformen con nada y destruyan las cosas; al fin que a ellos no les han costado.
El deseo de tener sin trabajar. Pobres y ricos quieren tener más y adquirir lo que la publicidad aconseja. Muchos no se contentan con tener lo necesario, como fruto de un trabajo honesto y constante. Quieren presumir y disfrutar, pero sin trabajar. Para ello, asaltan, roban, secuestran y destruyen a quien se les opone.
La Injusticia social. Cuando se ven tantos contrastes entre quienes tienen mucho y quienes carecen de todo; cuando los lujos de los poderosos son un insulto y una ofensa a los marginados.
La rebeldía contra el "orden establecido". Si un padre de familia es autoritario e injusto, es explicable que el hijo quiera defenderse como pueda. Si los gobernantes y las clases dirigentes solo piensan en sus intereses y los defienden con el ejército y la fuerza, no es de extrañar que los oprimidos recurran a la violencia, porque a veces aparece como el único camino para luchar por el cambio y por la defensa de sus legítimos derechos.
La vagancia y la búsqueda de sensaciones nuevas. Cuando los niños y los jóvenes reciben todo y no son educados para colaborar en el trabajo de la familia, sólo están ideando qué hacer. Y como algunos ya han pasado por las experiencias del sexo, del alcohol e incluso de la droga, buscan algo nuevo y excitante, como es robar, destruir y hasta matar.
La ausencia de Dios. Cuando se prescinde de Dios; cuando se ignoran o se desprecian sus criterios y valores; cuando los padres son los primeros en no seguir los caminos del Evangelio; cuando las escuelas atacan todo lo que huela a religión, el ser humano se constituye en absoluto y destruye todo cuanto se oponga a sus instintos.
"Lo que siembres hoy, cultivaras mañana"
Por eso siempre educa con amor, práctica los derechos de cada individuo (ley 136-03) y enseña los deberes.